“Si te olvidare, oh Jerusalén, que mi mano derecha olvide su destreza”.
Tehilim, 137:5
Ya sea en Israel o en la Diáspora, el pueblo judío dirige sus rezos hacia Jerusalén. En la Ciudad Santa, reza hacia donde estuvo el Segundo Templo, cuyo único vestigio es el Muro Occidental, Kótel HaMa’araví en hebreo, mal conocido como “Muro de los Lamentos”. Desde 1948 hasta 1967 los judíos estuvieron impedidos de visitar este, el lugar más sagrado del judaísmo.
Durante la Guerra de los Seis Días, un grupo de soldados israelíes comandados por el general Uzi Narkiss entró a la Ciudad Vieja de Jerusalén y de nuevo el pueblo judío pudo tocar libremente las sagradas piedras. El general de brigada Shlomo Goren, quien más tarde sería gran rabino de Israel, recitó una oración en memoria de los soldados caídos en la reconquista de Jerusalén e hizo sonar el shofar. Las fotografías de la época muestran a un grupo de jóvenes soldados que apenas puede contener la emoción de hacer realidad este largo anhelo.
Iom Ierushalaim, o Día de Jerusalén, conmemora la reunificación de la ciudad aquel 28 de Iyar de 5727 (calendario hebreo), 7 de junio de 1967.
Hoy, no solo el pueblo judío sino cualquier ciudadano del mundo puede ir a rezar frente al Kótel y recorrer las calles de Jerusalén, capital indivisible del moderno Estado de Israel.




“Diez medidas de belleza descendieron al mundo;
nueve de ellas recibió Jerusalén”.
Talmud de Babilonia, Tratado Kidushín 49:2






A la tía abuela Providencia, cuyo sueño es visitar Jerusalén
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