Israel: moda democrática

Fashion mami

La gente piensa comúnmente que Israel es un campo de batalla, y que por tanto cosas “superfluas” como la moda no tienen lugar en su cotidianidad. Nada más lejos de la verdad: habría que aclarar antes que nada que las ciudades israelíes no son zona de guerra. Sufren las consecuencias de las tensiones con los vecinos, es cierto, pero la vida no pierde ni un ápice de su riqueza. Al contrario, quizás por eso es tan efervescente, porque hay que vivir como si cada día fuera una gran oportunidad, porque lo es. ¿Hay una mejor actitud existencial que esa? El budismo ha venido predicándolo por miles de años; a los israelíes les ha tomado sesenta y tres años, y todos los días conseguimos nuevas maneras de vivir con alegría en esta mínima franja de tierra.

Esto ha dado como fruto una de las posturas más distintivas de los israelíes: “Te respeto, pero tengo mi punto de vista”. Esta actitud se hace presente en todas partes, pero la ropa es uno de los mejores terrenos para ponerla en práctica. Y se nota. Cada quien va a su aire.

Como casi todos han venido de casi todas partes, cada uno tiene derecho a conservar su costumbre, o a cambiarla. Lo que más le convenga a su espíritu. En esta, la única democracia del Medio Oriente, nadie le va imponer un código, a menos que por propia escogencia entre a un grupo que así lo exija.

Capa sobre capa a 49,90 shekels

Los jóvenes suelen seguir las tendencias internacionales de la moda, pero agregándole la nota israelí de exagerarlo todo. La comodidad y la informalidad son los únicos requisitos. A pesar de la diversidad, sin embargo, creo que en general hay unos rasgos comunes en la manera de vestir israelí: grandes volúmenes, combinación de colores y texturas y una capa de ropa sobre otra (layering en inglés). Para mi gusto, un original encuentro entre las ropas del desierto y las de Occidente, aunque suene a lugar común. Es casi imposible resistirse al influjo de esta usanza, sobre todo en verano. Cálzate unas sandalias (sin medias, por supuesto, nada menos israelí que eso), consigue algo con bastante color, nunca olvides tus lentes de sol (se ven bien hasta con kipá y además no hay otra opción si uno no quiere quedarse ciego) y lánzate. Por lo que se ve, en el Mediterráneo la vida es más sabrosa.

Fashion alternativo en la avenida Dizengoff, Tel Aviv
Fashion cool, también en Dizengoff
"Israel-Nueva York-Gaza" rezan las etiquetas de estas carteras
Fashion shuk

Para los interesados en opiniones más profesionales, algunos links sobre moda israelí:

• Una lista de los diez más prestigiosos diseñadores israelíes, realizada por la escritora Jessica Steinberg, corresponsal en Israel de la publicación Women’s Wear Daily:
http://www.israel21c.org/culture/israels-top-10-fashion-designers

• Entrevista a la diseñadora Naama Bezalel, creadora de una cadena de boutiques que lleva su nombre:
http://www.jpost.com/ArtsAndCulture/Fashion/Article.aspx?id=213901

• Estilo por una neoyorquina en Israel, columnista de Time Out Israel:
http://fashionisrael.wordpress.com

• Blog donde colabora la precoz Amit Drucker. De paso, es simpático comentar que esta chica de trece años tiene un estilo bastante parecido a Tavi Gevinson, otra precoz bloguera y fashionista:
http://annakpureseriousfun.wordpress.com/

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Flores: cortesía de la casa

Quien me conoce, sabe a los dos minutos que tengo debilidad por las flores. Es verdad que no sé combinarlas con elegancia, que mezclo “papas con arroz”, que de mis manos no ha salido nunca una composición digna de halago, pero no hay nada que hacer: amo las flores. Y más aún: amo los puestos de flores. Los colores que estallan aquí y allí, la timidez de unas, la altivez de otras, el refinamiento de las largas, la delicadeza de las pequeñas… y el olor de todas juntas. No, no hay nada que se compare a un puesto de flores bien querido, no hay peluquería, no hay tienda de última, no hay restaurante que dé tanto placer a mis sentidos. Creo que no podría vivir en un lugar donde comprar flores estuviera fuera de mi alcance.

Lo primero que hago al llegar a una nueva ciudad es averiguar si tengo cerca un puesto de flores y cuánto cuesta un ramo pequeño, suficiente para adornar las microhabitaciones en las que me suelo hospedar. Pero un puesto de flores es nada sin quien lo atiende.

Con los años he descubierto que si quiero quedarme en un lugar debo escoger “mi” vendedor de flores. Hay que probar mucho antes de decidirse, casi como encontrar el hombre soñado, o más, porque cuando el otro te deje, sólo el segundo podrá consolarte. Puede ser la búsqueda de toda una vida, pero entretanto podría proporcionar momentos memorables. Y digo “vendedor”, porque por extraño que parezca, no conozco ninguna vendedora de flores. Tal parece que en diversos lugares vender flores es un oficio masculino. ¿Quién lo diría?

En Israel hay ventas de flores casi en cada esquina, la mayoría atendidas por estudiantes. No es que lo hagan mal, pero no son verdaderos vendedores de flores. Luego de varios intentos encontré que el mejor lugar para comprar flores es el shuk. Allí nunca falta uno de esos puestos multicolores atendido por su propio dueño.

Supe que había encontrado mi vendedor de flores cuando éste me entregó dos ramos en lugar del que había pedido. Pensé que se trataba de un error, nada extraño, dado mi casi inexistente dominio del idioma. Sin embargo, él se apresuró en aclararme que se trataba de un regalo, y agregó la consabida frase israelí para un recién llegado: “Bienvenida a casa”. Desde entonces cada semana pago uno y recibo dos.

Comenzar una nueva vida entraña un esfuerzo diario para no darse por vencido. Cuando tengo la sensación de que nunca conseguiré mi lugar aquí, solo tengo que pensar en ese ramo de flores que, sin otra intención que hacerme sentir bienvenida, me regala mi vendedor de flores israelí semana tras semana. Quizás, pienso cada vez, esa es la verdadera señal de que he llegado a casa.

Fanny Díaz