Romance del gato sabra

Por Fanny Díaz

Gatos Israel vida israeliEl paisaje urbano israelí tiene un maullido como sonido de fondo. Casi en cualquier rincón una manada de gatos ha conquistado un territorio para pasar sus días, sino plácidamente, por lo menos tolerados por la vecindad.

Digamos que en Israel los gatos se han beneficiado de la inclinación judía por la comida y los invitados. Lejos de la imagen macilenta de los animales callejeros que uno suele tener, en general estos auténticos sabras muestran barrigas llenas y supongo que corazón contento.

Quien tenga debilidad por estos animales o alguna fijación infantil con una pandilla de ellos, no tendrá dificultades para adaptarse a este paisaje. Quien los deteste, como parece ser el caso más común, tendrá un inagotable tema de conversación y queja. Los gatos israelíes tienen audiencia asegurada.

En principio, no formaba parte de ninguno de los dos grupos, aunque siempre me ha gustado la particular soledad de los gatos, su placidez un tanto envidiable, y sobre todo esa actitud de rey caído que nunca ha olvidado su origen. Mi adscripción a la corte gatuna se la debo al haber sido escogida por un gato sabra. Luego de seguirme con la mirada durante semanas, un día se me enredó entre los pies y desde entonces no he podido zafarme de él. El muy jutzpán (¿no son acaso jutzpá y sabra vocablos casi sinónimos?)…

Uno de estos días leí que Osvaldo Soriano alguna vez dijo que “un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo”. Su palabra vaya adelante. Ahora soy guiada por un gato que maúlla en hebreo. Quizás por este camino algún día llegue también a ser escritora.

Israel aliah vida israeli