Algunas veces pienso que el estado natural de un inmigrante es merodear en las fronteras (no, el símil no es gratuito) del querer pertenecer a su nuevo país y al mismo tiempo asirse a la relativa certeza de su pertenencia al lugar de origen. Solo que esa dualidad puede dejarlo al margen de su nuevo entorno y de paso hacerlo olvidarse de sí mismo, de sus preferencias y sueños, en particular si hay de por medio una barrera idiomática.
En ese merodeo he estado por años en Israel. A la búsqueda de algún pasadizo por donde acercarme a “lo israelí”. ¿Cómo lograrlo por una vía personal? ¿Cómo cruzar la frontera sin perderse a sí mismo en el intento? La respuesta llegó a través de un anuncio de visitas guiadas a galerías de arte organizado por la escuela Basis.
La idea es ver arte contemporáneo israelí bajo la guía de la curadora y artista Noa Raz Melamed. Aparte de galerías de arte visitamos estudios de artistas, hablamos de sus búsquedas estéticas y existenciales, así como sus lazos con la historia del arte israelí y universal. Para el resto del grupo, todas mujeres israelíes, es una oportunidad de conocer mejor la escena artística local. Para mí ha sido una puerta de entrada a la riqueza creativa de Israel. Porque el trabajo de un artista no es aislado, sino que recoge la historia de un país o un pueblo, sus creencias, su manera de estar en el mundo. Además, lo creativo está siempre impregnado de referencias culturales que pueden ayudar a descifrar claves cotidianas a un recién llegado. En el caso de Israel, acercarse a su arte es asimismo acercarse al arte judío.
Estas visitas me han revelado una de las caras de este país que ahora también es mi casa. No pretendo haber conseguido la respuesta para todos. Cada quien descubrirá su propio camino, pero creo que aproximarse al nuevo país a través de una pasión personal podría ser un buen inicio. Nunca es tarde. La aventura apenas comienza.







Por Fanny Díaz