
Lo dicho: en todas partes se cuecen habas. Como cualquier otra academia contemporánea de su género, la Academia del Idioma Hebreo se queja de la corrupción de la lengua, no solo por el uso de palabras foráneas para las cuales hay sinónimos en hebreo, sino por los insólitos giros idiomáticos de uso común en el habla de la calle. Para una amante de la palabra como yo, no pasa desapercibido que en este momento me encuentro entre los causantes de tal despropósito. Tengo plena conciencia de que cada vez que pronuncio una sílaba en hebreo, estoy maltratando el idioma. No puedo hacer nada al respecto, sin embargo, excepto lo que ya hago: hablar como sea para aprender a hablar.
El asunto ha llegado a terrenos tales, que ya hay quien sugiere que no se siga llamando hebreo esto que se habla en Israel, sino que se le llame “israelí”. Como tampoco se sabe mucho a qué se puede llamar israelí, la propuesta parece más bien un chiste. Sofisticado, pero chiste al fin.
Los israelíes tienen fama de malhumorados e impacientes, pero yo en particular no estoy de acuerdo. Tendrán poca paciencia para respetar su turno en el banco, pero a la hora de entender a alguien que habla mal hebreo, ésta parece inagotable. Por alguna razón, que quizás tenga raíces en la solidaridad judía con los menos afortunados, los israelíes se sienten en la obligación de reforzar la estima de los nuevos hablantes. A cada esfuerzo por completar una frase indefectiblemente le siguen las expresiones “yafé (bello)” y “kol hakavod (todo el honor)”, sin el menor asomo de ironía. No importa cuánto lleves en el país, el otro siempre dirá —con sincera admiración— que para ese tiempo tu nivel de hebreo es admirable. Por supuesto, también conoce a alguien que lleva mucho más y ni de lejos se acerca a ese nivel. A eso llamo yo generosidad.
Amos Oz, el más internacional de los escritores israelíes y uno de los más famosos hablantes del hebreo moderno, suele disertar sobre la vertiginosa evolución del hebreo clásico al moderno: “Lo que en otras lenguas ha supuesto un proceso de varios siglos, para el hebreo han sido unas pocas generaciones. La distancia entre Miguel de Cervantes y Gabriel García Márquez, en términos hebreos, es de 120 años”.
De vez en cuando, para calmar mis angustias puristas, me consuelo pensando que quizás ese galimatías que sale de mi boca cada vez que intento hablar hebreo en realidad es un eslabón de esa cadena evolutiva. No creo que la Academia del Idioma Hebreo apoye la pretensión, pero con seguridad cualquier otro israelí dirá con el mayor énfasis: “Yafé, kol hakavod”. ¡Qué grandeza de espíritu! Aunque dos segundos más tarde tenga que caerle a codazos para subirme al autobús.
Fanny Díaz
me has hecho reir ,has citado una cruda realidad q existe minut a minuto.
cuantos anos mas seguiremos asi???
algun dia dejaran de existir los olim jadashim o el apoyo por entendernos???
salu2 de una Mexicana.
gracias por citar Amoz Oz.
Karen: gracias por visitar Vieja Casa Nueva. Me encanta haberte hecho reír, porque eso es lo que nos toca. Creo que el día que dejen de existir olim jadashim se acaba el sentido de ser de Eretz Israel (no sé, digo yo). Mientras tanto, vamos, que sí podemos…
Supongo que el hebreo debe ser muy muy difícil, tuve un alumno de español, un norteamericano que aprendía aproximadamente 4 lenguas a la vez, y a juzgar por su español, tenía muy buen nivel. Lo curioso es que solo tenía 11 años. Los judíos tienen fama de políglotas, y todo el mundo dice: «Qué facil aprenden…», juzgo que más allá de eso es que hay mucho trabajo detrás, a juzgar por el trabajo intenso al que se sometía mi alumno para aprender lenguas, con solo 11 años.
Saludos!
Algunas veces me pregunto si el hebreo es realmente difícil, o si la presión para aprenderlo es lo que hace el proceso más difícil. Creo que aprender cualquier lengua entraña un trabajo intenso. Tu alumno tenía una ventaja: dicen los estudios que hasta los 14 años el aprendizaje de una lengua no implica un esfuerzo cognitivo considerable. Después de esa edad, no importa qué edad se tenga, el proceso de aprendizaje cambia.
No sé si los judíos aprenden fácil. Creo que es un buen mito. Si no, todos los inmigrantes a Israel aprenderíamos en un tris… Ojalá.
Gracias por tu visita. Me daré un paseo por tu blog