Colores del verano israelí 2013

Por Fanny Díaz

VeranoenIsraelEste año el final del verano resultó eclipsado por las fiestas mayores (Rosh Hashaná, Iom Kipur y Sucot), que llegaron más temprano que otras veces.

Por eso quisiera guardar algunos colores veraniegos para volver a ellos cuando las lluvias y el frío húmedo de Israel amenacen con hacerme olvidar la luz.

 Librodelavida

Unas mariposas emergiendo del libro de la vida del artista estadounidense David Kracov fueron el primer guiño del verano desde la vitrina de una galería de arte en Jerusalén.

PlazaHabima

 Las flores multicolores de la plaza Habima en Tel Aviv me recuerdan que vivo en un país que después de 65 años sigue embelleciendo el desierto.

FashionPantoneIsrael

Fashion y Pantone, vieja dupla, me han alegrado la vida por muchos años. Esta vez lo hacen desde la bolsa de una popular cadena de ropa israelí.

De “vuelta”

Acto de Bnei Akiva sobre el tema de aliá, Modiin
Acto del movimiento Bnei Akiva sobre el tema de aliá, Modiin

Al llegar al aeropuerto Ben Gurión cualquier persona puede percibir que se encuentra en un país de mayoría judía. Si llega en la víspera del año nuevo, como yo, verá carteles con “Shaná tová” a cada paso. Escuchará esta frase repetida hasta el infinitum de parte de cualquiera que lo atienda, no importa si es una oficina pública o una heladería. Aquel afectuoso buen deseo que en otros lugares sólo se escucha en la sinagoga o en las llamadas a los amigos más cercanos, una suerte de clave que nos confirma que ambos sabemos lo que somos, aquí se hace colectiva. Algunos días después todos le desearán “Jatimá tová”, sin importar qué cara tiene. Si está aquí, se asume, algo de judío debe tener. O al menos es lo que entendí a primera lectura.

La verdad es que cuando uno deja a un lado la perspectiva del turista y comienza a pensar que está aquí para quedarse, para encontrar un lugar y hacerlo suyo, comienza a entrever por las rendijas. Comienza a preguntarse cómo hacer para que su “peculiaridad judía” se mantenga lo más íntegra posible, cómo seguir siendo un individuo autónomo en una gran y envolvente familia, pero también cómo dejarse llevar. Es decir, cómo conservar la memoria cultural de la que viene, a la vez que abrirse a la multiplicidad que le rodea.

Es un Estado judío, sí. Es el único lugar en el mundo donde ser judío no es una “anomalía congénita” (o adquirida, lo mismo da). Durante milenios en muchas partes del mundo los judíos han tenido que ocultar su identidad; aquí, se supone, estamos en casa. Aunque todo alrededor, incluido el idioma, nos sea desconocido, y a ratos totalmente ajeno.

Pero no sólo judíos vivimos en esta mínima franja de tierra. Están los tailandeses de la construcción, las cuidadoras filipinas, los choferes indios, los comerciantes y profesionales árabes. Están tantos otros que aún no puedo identificar. Y estoy yo: en mitad de mi nada. Ya no miro hacia el Este para rezar. Estoy en el Este.

Fanny Díaz